Cómo manejar los tiempos verbales en la narrativa: presente, pasado y futuro en armonía



Una de las preguntas más frecuentes entre quienes comienzan a escribir narrativa es cómo manejar los tiempos verbales, sobre todo cuando se opta por narrar en presente, pero los personajes hacen referencia a su pasado o a lo que planean hacer en el futuro. Esta inquietud es válida, ya que la conjugación verbal en un relato no solo cumple una función gramatical, sino también estética y emocional. Un manejo adecuado de los tiempos verbales puede hacer que una historia fluya con naturalidad y transmita con claridad la experiencia de los personajes. Por el contrario, un uso confuso o errático puede desconcertar al lector e interrumpir la inmersión en el relato.


En este post vamos a explorar cómo funcionan los tiempos verbales en la narrativa, qué ocurre cuando se elige narrar en presente, y cómo se pueden introducir con coherencia tanto recuerdos del pasado como expectativas o planes a futuro. El objetivo es darte herramientas para que puedas jugar con los tiempos sin perder claridad ni fuerza expresiva.


Narración en presente: una elección con impacto

Narrar en presente es cada vez más común en la literatura contemporánea. Este tiempo verbal ofrece inmediatez, coloca al lector dentro de la acción y genera una sensación de estar “viendo” lo que ocurre en tiempo real. Se siente íntimo, cercano, casi cinematográfico. En tercera persona, esta elección puede mantener cierta distancia respecto del protagonista, pero sin perder el dinamismo.


Por ejemplo:

Clara camina por el pasillo con cuidado. Sabe que no debe hacer ruido. Afuera, los perros ladran. Dentro de su pecho, el corazón retumba como un tambor desbocado.


La acción se desarrolla en el presente y el lector la vive al mismo tiempo que el personaje. No hay distancia temporal entre lo que ocurre y lo que se cuenta.

Sin embargo, incluso cuando narramos en presente, los personajes no viven encapsulados en el instante. Tienen un pasado que influye en su presente, y un futuro que esperan o temen. Por eso, es común que dentro de una narración en presente aparezcan formas verbales del pasado o del futuro. La clave está en cómo se introducen y cómo se mantienen las transiciones claras para el lector.


El pasado dentro de una narración en presente

Los recuerdos, las experiencias pasadas o cualquier tipo de retrospectiva requieren el uso del pretérito. El más habitual es el pretérito perfecto simple (también llamado pretérito indefinido) o el pretérito pluscuamperfecto, dependiendo de la distancia temporal y del tipo de recuerdo.


Veamos un ejemplo:

Clara camina por el pasillo con cuidado. Sabe que no debe hacer ruido. Hace años, cuando vivía con su madre, aprendió que el silencio podía ser un escudo. Aquella vez, al tirar una taza, el grito de su padrastro se le quedó grabado en la espalda.


Aquí, la narración principal está en presente. Pero hay una digresión al pasado (“hace años… aprendió…”, “aquella vez… se le quedó grabado…”) que aporta contexto emocional y psicológico. Esta transición no rompe la coherencia porque el lector entiende, por la estructura del texto y por los marcadores temporales (“hace años”, “aquella vez”), que estamos en un recuerdo.

Una vez que se termina esa digresión al pasado, se puede volver sin problemas al tiempo presente:


Ahora, Clara avanza un paso más. El suelo cruje, pero apenas se oye. Respira hondo.


Así, el cambio de tiempo verbal enriquece la escena en lugar de entorpecerla. El secreto está en hacer explícita la transición: dar alguna pista contextual que indique que estamos entrando en un recuerdo o en una reflexión.


Proyectarse hacia el futuro: expectativas y planes

En una narración en presente también es posible que el personaje piense en lo que va a hacer después, en lo que espera o teme que ocurra. Para eso, el futuro (simple o compuesto) entra en juego, o bien formas como el “ir a + infinitivo”, que tienen un tono más coloquial e inmediato.


Por ejemplo:

Clara se detiene junto a la puerta. Va a esperar hasta que los perros dejen de ladrar. No puede permitirse un error ahora. Si la descubren, todo habrá sido en vano.


Aquí aparecen dos formas verbales que apuntan al futuro: “va a esperar” y “habrá sido”. Ambas son coherentes con la voz narrativa en presente, porque reflejan los pensamientos de Clara en ese momento. El uso del futuro da sentido de proyección y añade tensión: hay algo que está por ocurrir, algo que todavía no ha sucedido pero que ya influye en lo que el personaje hace o decide.

Este tipo de estructuras también permite crear suspenso o anticipación, lo cual es especialmente útil en géneros como el thriller o la novela de aventuras. Nuevamente, lo importante es que el lector perciba que esos tiempos verbales no rompen la lógica del relato, sino que surgen de la conciencia del personaje.


Combinar tiempos sin perder claridad

Cuando narramos en presente y queremos incluir elementos del pasado o del futuro, debemos pensar en la lógica interna del personaje y de la escena. Los cambios de tiempo verbal deben tener una razón narrativa clara: un recuerdo, una reflexión, una planificación, una suposición. No se trata de mezclar tiempos por capricho, sino de integrarlos al flujo del relato.


Algunos consejos prácticos para lograrlo:

1. Usa marcadores temporales que aclaren la transición: “en ese momento”, “años atrás”, “cuando era niño”, “mañana”, “más tarde”, “si todo sale bien”, etc.

2. Evita confundir al lector con saltos abruptos. Si vas a narrar una escena completa del pasado, considera separarla con un párrafo nuevo o un cambio de ritmo.

3. Si el protagonista recuerda algo o piensa en algo por venir, mantén la voz narrativa en presente, pero cambia el tiempo verbal solo dentro de su pensamiento.

4. Cuida la coherencia estilística: no empieces una narración en presente para luego deslizarte sin justificación hacia el pasado. Cada cambio de tiempo debe tener una justificación emocional o narrativa.


Jugar con los tiempos verbales en una narración no solo es posible, sino recomendable. Los recuerdos del pasado enriquecen al personaje, las proyecciones hacia el futuro generan tensión, y el presente mantiene al lector dentro de la acción. La clave está en usarlos con intención, sabiendo qué aporta cada uno y cómo hacer que todos convivan sin generar ruido.

Una narración bien construida puede recorrer varios momentos temporales sin perder solidez. Como escritores, no tenemos que temerle a esta flexibilidad: debemos dominarla. Entender cómo y cuándo cambiar de tiempo verbal nos permite escribir historias más complejas, más humanas y, sobre todo, más vivas.


 



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